viernes, 22 de junio de 2007

Desentrañando un antiguo ritual

A principios de junio visitamos la hermosa villa de montaña de Kosuge, en las cercanías de la ciudad de IIyama, al norte de Nagano. Fuimos con un pequeño grupo de estudiantes y profesores de la Facultad de Arquitectura de Shinshu University. Ellos nos llevaron a visitar los diferentes templos y santuarios que se hallan en el lugar y nos dieron alguna información acerca de un ritual que se realiza allí todos los años. Ahora intentaremos desentrañar el mismo, ya que nos resultó sumamente confuso. La confusión radica en nuestros preconceptos acerca de la religión japonesa. Como lo que veíamos no encajaba con nuestro conocimiento previo surgía una imagen contradictoria del ritual. Explico brevemente: uno cree que en Japón hay dos religiones principales, budismo y shintoismo. En la entrada “Santuario de Shimosuwa” explicamos que elementos nos permiten distinguir un santuario shinto de un templo budista. El ritual de Kosuge involucra elementos de ambas religiones, es un claro ejemplo de sincretismo. Tanto el budismo como el shintoismo son palabras y conceptos del espíritu racionalista y clasificador del siglo XIX. En realidad, el budismo japonés desde la antigüedad se había fusionado con el shinto, en realidad había “conquistado” espiritualmente a la primitiva religión nativa. Durante casi toda la historia primó el sincretismo entre las dos religiones, aunque a principios de la era Meiji, la etapa de la apertura al mundo y modernización de Japón, luego de varias idas y venidas, se terminaron diferenciando oficialmente ambas religiones. Aún hoy, el japonés tiene ese espíritu sincrético, pudiendo orar al kami y a Buda, siguiendo el ritual shinto para el casamiento y el budista para el funeral.

Esa fue la teórica y necesaria introducción para poder comprender el ritual hashira matsu de Kosuge. Hashira significa pilar y matsu pino, hashira se le dice no solamente al poste de madera sino que es la forma de referirse a los kamis o divinidades en los textos shintoistas más antiguos, significando Columna o Divina Columna. Lo podemos comprender como lo que mantiene, preserva al cosmos. El ritual tiene ese fin en definitiva, preservar el mundo regenerándolo.

El rito es realizado cada 15 de julio en el santuario Kosuge. Dos hashira matsu se erigen el 12 de julio en un espacio al aire libre delante del templo principal (primer foto), que contiene las estatuas doradas de la tríada budista (derecha). A los pilares de madera se le entrelazan trozos de parra de uva, ramas de sakaki (pino sagrado) con gohei (tiras de papel que indican la sacralidad de un objeto o lugar) se colocan en el tope de cada uno. Abajo a la izquierda podemos ver un modelo del pilar.


Paralelamente se bajan en palanquín (arriba,derecha) tres kamis (sus estatuas, obvio) de un templo que está en lo alto de una montaña (abajo) . Se llega hasta allí después de recorrer un bello y sugestivo camino cuyo comienzo es una amplia escalinata de piedras realizada en forma agreste. Luego se transforma en un camino común y angosto de montaña. Lleva casi una hora subir hasta el templo, y eso resulta un dato “interesante” para los que tienen que portar hasta allí los tres palanquines desde un santuario que está en la villa, al lado del templo budista que vimos, para luego bajar hasta el lugar donde están los pilares. Vimos un video y la escena del descenso hace recordar a un grupo de hormigas tratando de llevar un bicho muerto al hormiguero, es tal cual, el palanquín parece estar por caerse en cualquier momento.

En el croquis debajo podemos observar en la parte inferior izquierda el espacio donde están instalados los pilares, a la derecha del templo principal. Más abajo hay un santuario shinto. El camino hacia el templo de la montaña comienza en el torii ubicado en el centro del croquis.

El día 15 entonces, han “descendido” los dioses y en la villa está todo preparado para el acontecimiento final, la competencia donde gana el que prende primero el fuego a los pilares. Antiguamente era una demostración del poder espiritual que tenía cada contrincante. Dos chicos llamados matsu miko son los encargados de prender el fuego a los pilares, previamente han sido purificados con un baño ritual según la costumbre shinto. Cada matsu miko tiene un sequito de seis muchachos quienes lo tienen que elevar hasta arriba del pilar y ayudarle a prender fuego. La contienda radica, como es usual, en ver que bando hace primero el fuego, se interpreta que el ganador va a tener la mejor cosecha. Ese es el aspecto adivinatorio del ritual. Los dos grupos de seis muchachos, cada uno llevando al matsu miko de la mano, corren hacia el hashira matsu cuando escuchan la señal de partida, que la da un hombre disfrazado con una máscara tengu con pico de pájaro. El tengu es un demonio de la mitología japonesa que suele tener forma animaloide y habita en los árboles, generalmente pinos y cedros, de las zonas montañosas. El matsu taiko representa en la actualidad a un yamabushi o “guerrero de la montaña”, el término designa a los monjes ascetas y guerreros que pertenecían al Shugendo, ascetismo budista de montaña. Los yamabushi llevaban una vida solitaria en la montaña aunque asociados a los templos locales, y eran los antiguos protagonistas del rito.

Entonces, una vez que se prende el fuego (imagínense que antes del fósforo se tardaba bastante en hacer esto) todos saltan rápidamente del pilar y cuando el mismo cae, las personas luchan por llevarse las ramas sagradas de sakaki. Así termina el rito.

Las personas del lugar dicen que un pilar se erige para pedir por una buena cosecha y la otra por la paz. Lo del rito agrario se entiende, ahora pedir por la paz… ¿se imaginan un antiguo rito pidiendo por la paz del mundo? Raro, ¿no? Si buceamos un poco más podemos dar con la pista.

La montaña forma parte de la visión del otro mundo aceptada generalmente por los japoneses. Hay muchas montañas que se llaman montañas espirituales, lugares sagrados donde van los espíritus de los muertos. Allí los espíritus de los muertos están un tiempo para recibir los servicios memoriales, luego se elevan a la dimensión oculta. En ocasiones puede pasar que el espíritu del ancestro esté molesto por alguna razón o puede ser un espíritu que ha llevado un mal comportamiento y no puede “ascender” a su destino final. Tales espíritus atormentan a los lugareños. Para apaciguarlos se realizaron desde antaño rituales. El fin era traer la paz a los ancestros que habían quedado “anclados” en ese nivel intermedio, y por consiguiente a la aldea. En consiguiente el pilar que se erige por la paz, se refiere a la paz del entorno inmediato, de los lugareños y sus ancestros, el microcosmos.

De esa forma, todos los años se restaura la paz y se asegura la buena cosecha, que significa nada más y nada menos que la renovación de la vida.

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