lunes, 31 de diciembre de 2007

Un año en la tierra de los crisantemos

Hola a todos y todas. Un ciclo termina y comienza otro, es un buen momento para reflexionar y pensar donde estamos parados en este eterno fluir de la vida. La mayoría de ustedes nos han acompañado con entusiasmo en este largo, fructífero y hermoso viaje. Por tal razón queríamos compartir una especie de "resumen" de lo que hemos visto y sentido (si se puede compartir eso) a lo largo de 2007. Hicimos una selección de las miles de fotos que sacamos, que se suceden agrupadas con un criterio simple, para que las disfruten más allá de saber o no el lugar en que fueron tomadas.
Un abrazo y gracias por todo, Feliz Año Nuevo!

Aviso: a mediados de enero comenzaremos el recorrido del 2008 con una larga peregrinación hasta Hiroshima, esperen las entradas.


jueves, 27 de diciembre de 2007

Siete, cinco, tres


El santuario Tsurugaoka Hachimangu en la ciudad de Kamakura, es el más grande de la ciudad y uno de los más importantes de la región central de Kanto. Fue construido por Yoritomo Minamoto (1147/1199), el fundador del Shogunato al establecer su centro de poder en Kamakura, inicia una época que lleva el mismo nombre de la ciudad. Esta dedicado a Hachiman, el dios de la guerra y protector del clan Minamoto. Cuando Yoritomo venció a su rival, el poderoso clan Taira, estableció la capital del nuevo gobierno en Kamakura y construyó este gran santuario como muestra de su supremacía.

Dos niños con coloridas hakamas se aproximan al santuario de la mano de sus padres

Pabellón medio utilizado para ceremonias matrimoniales
Parte superior del santuario

Cuando llegamos a este famoso santuario en noviembre pasado, nos llamó la atención lo que sucedía a nuestro alrededor. Se veían muchos niños y niñas vestidos a la manera tradicional llegar al santuario acompañados por sus mayores, tanto padres como abuelos. La razón de ser de este simpático espectáculo se encuentra en una antiguo ritual, que se llama Shichi go san y se lleva a cabo desde muchísimo tiempo. Como ya dijimos en otras oportunidades, el pueblo japonés celebra a lo largo del año muchas festividades. El Shichi go san es una de ellas. Se festeja en el 15 de noviembre (mediados de otoño) aunque generalmente no se celebra precisamente ese día, sino el fin de semana más cercano a éste. Literalmente significa 7 5 3, esto se debe a que los japoneses consideran a los números impares auspiciosos. Este día, los niños que tienen 3 y 5 y las niñas que tienen 3 y 7 son llevados al santuario o templo por sus padres, vestidos con los trajes tradicionales: kimono para las nenas y hakama para los nenes.




Este rito de pasaje que comienza en la época Heian (794 - 1185), marcaba el paso de la niñez a la infancia media en el antiguo Japón. A partir de los 3 años de edad los niños podían dejarse crecer el pelo (ya que hasta ese entonces llevaban la cabeza rapada) y a partir de los 5 podían usar la hakama. Las niñas de 7 años empezaban a usar el kimono atado con el Obi (una faja ancha) en vez de los dos simples cordones que habían utilizado hasta entonces.
Dos ternuritas con su abuelito

Desde ese entonces y en esta época del año, los niños así ataviados son llevados al santuario donde se pide por su bienestar. Además se les regala caramelos alargados llamados chitoseame o caramelos de la longevidad, en una bolsa con dibujos de grullas y tortugas, animales que para los japoneses representan la longevidad. Es una forma que tienen los padres de manifestar sus deseos de una larga y próspera vida para sus hijos.



viernes, 21 de diciembre de 2007

El imperio blanco

Todo esta perfectamente organizado aquí, como hoy empezaba el invierno, miles de japoneses estuvieron toda la noche cubriendo de blanco las casas, los árboles, las calles, los autos, las montañas, nada quedó con su color habitual. Hoy cuando nos despertamos, sorpresa!, pareciera que hubiéramos dormido 100 años o despertado en otro mundo. Todo el paisaje había cambiado, ahora estábamos de repente en el imperio blanco.


lunes, 17 de diciembre de 2007

La trama del otoño

No tenemos mucho para decir hoy, si para mostrar. Queremos compartir las delicadas pinturas que teje el otoño en la naturaleza. Los protagonistas de esta historia son los cientos de hojas de acer palmatum, algunos bambúes de diversas especies, el líquen, el musgo, los crisantemos, el sol débil, el viento y el tiempo. Ahora, a contemplar y sentir...

sábado, 8 de diciembre de 2007

El ritmo del corazón

Siempre caemos en la generalización, los chinos son todos iguales, los indios eran todos malos, los alemanes son fríos. Lo mismo se aplica al género femenino. En nuestro caso, habíamos llegado a una generalización acerca de los japoneses: no se apasionan con nada. Pasión, fuerza, sentimiento, garra, pensábamos, son vivencias desconocidas para los 130 millones de japoneses que habitan el archipiélago. Al menos eso parecía, era una apreciación completamente superficial, además de ser muy general. Recuerdo la película El último samurai, en donde el capitán norteamericano se da cuenta de que atrás de toda la pulcritud, meticulosidad y perfección que los japoneses colocan en todas sus tareas y artes, se esconden profundos sentimientos.

Y si de pasión se trata, esos sentimientos afloran de repente cuando asistimos a una presentación de algún grupo de Taiko, tambores japoneses. Así se le llama también actualmente al arte, aunque literalmente significa tambor grande o gordo. Existen tambores de todos los tamaños y formas, pero taiko se refiere al tambor que se toca con palillos. De todas maneras podemos distinguir unos tambores que son portables y se llaman byou-daiko o tambor con cabeza clavada (para que no suene tan sanguinario, por cabeza debemos entender el parche del tambor) y otros que tienen el parche sobre un aro y estirado con cuerdas. Estos últimos llegan a medir más de un metro y medio, y se hace necesario transportarlo entre varias personas (no sólo por su tamaño: puede pesar 300 kilos). Esta de más decir la fuerza que se necesita para tocarlos.

Taiko grande, de más de 1 metro de diámetro

Hay otros tambores que son exclusivos de la música tradicional y se utilizan por ejemplo en el teatro Noh (para saber sobre el teatro Noh pueden visitar la entrada en este blog), uno se llama kotsuzumi, que se apoya sobre el hombro y el otro otsuzumi, ambos se tocan directamente con las manos. Tradicionalmente el taiko se utilizaba junto con otros instrumentos, pero la mayoría de los grupos modernos se dedican exclusivamente al taiko, algunos grupos como Kodo o Yamato han realizado numerosas presentaciones en el exterior asombrando a gente de muchos países. Pero la idea de presentación o show es reciente, el uso del taiko era muy distinto originalmente. Hagamos un poco de historia, en la época prehistórica, durante el período Jomon cada aldea usaba el taiko para pedir y agradecer las cosechas. Debido a su uso ritual pronto se le adjudicó carácter divino. Solamente los hombres sagrados, los chamanes podían tocarlo y en ocasiones especiales. El tiempo pasó, entre el 300 y el 900 llegó la influencia del continente, tanto de China como de Corea que hacía de puente cultural. Por ello el taiko japonés de hoy en día es parecido a sus parientes chinos y coreanos, aunque su forma y su arte se desarrollaron en forma autónoma desde hace 1000 años, adquiriendo rasgos específicos de la cultura japonesa.

Así fue que se asoció al arte marcial, se usaba para intimidar al enemigo (tal uso se le ha dado en muchas culturas desde la antigüedad) En plena Edad Media japonesa, hacia el 1500, centenares de castillos surgieron por doquier. Se sabe que el sonido del taiko era usado en esa época para indicar acciones y coordinar movimientos de batalla, era lógico, era el único instrumento que podía ser oído en tales circunstancias. Un soldado llevaba el taiko como si fuera una mochila, mientras otros dos lo golpeaban de cada lado.

Fuera de esos violentos escenarios, el uso tradicional del taiko debemos buscarlo en los templos budistas y santuarios shinto, en los rituales regulares y especialmente en los festivales comunitarios relacionados como dijimos antes con las cosechas y además con el culto de los antepasados. En tal sentido, las danzas Bon Odori se realizan en todo Japón a mediados de agosto, con el objetivo de celebrar el día de los muertos o la fiesta de las almas. Esta última denominación es la más indicada, porque el ambiente esta lejos de ser lúgubre., justamente porque se abren las puertas del otro mundo y se toma contacto con los familiares fallecidos. Tal encuentro es motivo de alegría y agradecimiento, lejos de las connotaciones occidentales que inspiran terror a la muerte y a los muertos. Por eso el festival japonés está más cerca de Halloween o del carácter que se le da en México al día de los muertos. Bien, ¿pero que tiene que ver con el tambor? Cuando se celebran las danzas tradicionales Bon-Odori, se acostumbra a tocar el taiko. La imagen de los conjuntos de tambores tocando en esta época esta unida a la celebración, parecen actuar como invocando los espíritus de los antepasados.

El tambor invoca también uno de las fuerzas más poderosas: el trueno. En la antigüedad se creía que al imitar el sonido del trueno, se atraía al espíritu de la tormenta. Esa es la relación directa que tenía con la producción de una buena cosecha. Al tocar el tambor, se estaba llamando a Raijin: Dios del Trueno y los Relámpagos. El dios se representa como un demonio, por lo general de piel roja, que golpea un tambor: así produce los truenos. También se lo representa con un aro alrededor que “engarza” 8 pequeños tambores similares a panderetas (ver abajo). Aquí una vez más, se confunden las obras divinas y humanas. Hemos creado un instrumento para imitar algo que consideramos divino, como es la fuerza de la tormenta con sus rayos y truenos, pero luego esa creación se transforma en algo que ya existía en los lejanos tiempos míticos como atributo de un dios y como objeto necesario para producir los truenos y rayos. Es el efecto bumerang.

Las fotos de esta entrada fueron tomadas en ocasión de un festival de otoño celebrado en Togakushi, un pequeño pueblo de montaña cerca de la ciudad de Nagano. Debajo de la nota también pueden acceder a un corto video sobre la presentación del conjunto de taiko.

Más cercano que el trueno, y sobretodo más íntimo, es el sonido del corazón el que se asocia inmediatamente con el percutir del tambor. Tal pulsación es el sonido vital. Tiene momentos calmos y momentos frenéticos. Es la misma naturaleza pulsando. Al escuchar una representación de taiko la fuerza que entregan los percusionistas repercute en el corazón, nos aviva, nos saca la modorra, nos contacta con la fuerza más grande: la fuerza de la vida.


Para leer acerca del uso del tambor en el teatro tradicional, pueden visitar el sitio

http://www.japonartesescenicas.org/teatro/generos/noh/musica.html

viernes, 30 de noviembre de 2007

Y la tierra se cubrió de crisantemos

Hubo que esperar hasta noviembre para comprobar que Japón es la tierra del crisantemo. Por todas partes aparecieron los crisantemos que normalmente se reconocen como tales, esas gigantescas flores de miles de pequeños pétalos cuyo nombre científico es Chrysanthemum sinensis. Pero ahí no terminó todo, en las numerosas exposiciones de la flor que se realizan por todo el país, pudimos ver hasta empalagarnos todas las infinitas variedades de crisantemos que desconocíamos, chicas, grandes, de todos los colores, de menor cantidad de pétalos, en bonsais... nos cansamos de ver crisantemos.
Bonsai de crisantemos

Nos habíamos enterado por casualidad, como muchas veces nos ha pasado, de una gran exposición donde se mostraban 2000 crisantemos para todos los gustos. Pero la sorpresa fue que antes de llegar a esa exposición en el parque Hibiya de Tokyo, fuimos a visitar otros lugares como jardines tradicionales o santuarios shinto, y cada lugar había organizado su pequeña exposición de crisantemos. Pequeña es una forma de decir, eran cientos las flores que se mostraban en cada lugar. Parque Hibiya de Tokyo

Resulta asombroso el grado de perfeccionamiento y la diversificación que ha tenido el cultivo en Japón. No es por casualidad, es el emblema o blasón del emperador. Por eso se conoce al trono japonés como Trono del crisantemo o Kikukamonsho, kiku es crisantemo en japonés. El crisantemo que se toma como emblema es el amarillo o dorado y se lo representa con 16 pétalos. Incluso los demás integrantes de la familia imperial tienen emblemas muy similares, que apenas se diferencian del que usa el emperador para firmar documentos oficiales. No pueden usar el mismo. Tal emblema es el icono de la monarquía actual más antigua del mundo, y tácitamente fue aceptado como símbolo nacional hasta hace muy poco, recién una ley de 2005 establece su uso como tal.
Banderas con el emblema imperial. Santuario en Kamakura.

Ahora bien, si vemos el icono imperial, no parece una flor de crisantemo. Se trata de una variedad particular denominada hironishi que se unió a los destinos imperiales por su semejanza con el sol y sus rayos. Según la tradición, el emperador de Japón se considera descendiente de la diosa del sol, Amaterasu. Entonces el crisantemo es una de las formas terrestres de la diosa. Su sacralidad y su poder hicieron que hasta el siglo pasado su cultivo fuera un privilegio de la familia imperial y la nobleza. El pueblo común no podía cultivarlo ni representarlo artísticamente.

En Occidente penetró no hace mucho, históricamente hablando por supuesto. El capitán de la marina mercante francesa (y aficionado a las flores) Pierre Blancard, vuelve de su viaje al Lejano Oriente en 1789, atracando en Marsella el mismo año de la revolución. De China trae tres ejemplares de una flor de otoño desconocida sin perfume, pero hermosa por su colorido. El capitán vivía en un pueblito cerca de allí, en el jardín de su casa plantó los ejemplares, de los cuales uno sobrevivió y se convirtió en la abuela de los crisantemos de Europa. Un día el capitán, ya jubilado, sacó un ramo del ya asentado cultivo y se lo regaló a la emperatriz Josefina. Las flores no tenían nombre, así que Josefina intrigada consultó a los botánicos del jardín imperial, los cuales desconocían obviamente la flor. Resultado: decidieron llamarle Chrysanthemum, Chrysos oro y anthemos flor, por su coloración amarilla fuerte. El nombre Flor de oro se extendió rápidamente.
El origen en realidad del crisantemo es chino, donde se cultivaba desde tiempos inmemoriales. Incluso una ciudad antigua, Ju-Xian, significa ciudad del crisantemo. Hubo que esperar al 800 d.C. para ser introducida en Japón y ser adoptada como símbolo imperial, aunque algunas fuentes señalan que ya se conocía en el siglo IV. En China desde la antigüedad se usó como hierba medicinal (y aún se utiliza) ya sea para el dolor de cabeza como para los estados gripales. En Japón se dice que las geishas lo usaban por los dolores menstruales.
Pero aquí vienen las diferencias culturales, una flor tan apreciada en Oriente como símbolo de vida y poder supremo, en Occidente los creyentes la suelen llevar al cementerio el día de los muertos. Esto se debe a que, además de su infinita variedad, el crisantemo es apreciado por su floración tardía, en la segunda mitad del otoño (noviembre es el mes de los crisantemos en un país del hemisferio norte como Japón). Su florecimiento en el ocaso del año transmite un mensaje de esperanza, aunque su asociación con la muerte en la cultura occidental contemporánea lo carga de sentimientos negativos.
Nos gustaría quedarnos con la visión oriental, así que les contamos una breve historia:

Corrían los años de los Reinos Combatientes en China, faltaba poco para que uno de los reinos centralizara completamente el poder. El señor de Qin poco a poco estaba conquistando los demás reinos. En el medio de estas continuas luchas, el noble Tan-Son, que gobernaba una provincia del sur, fue derrocado. De repente se vio obligado a dejar su vida acomodada y huir hacia el norte como un perro, refugiándose en un pequeño pueblo. Estaba sumido en una completa depresión, no sabía que hacer ante esa situación inesperada. Fue ahí cuando Ta-Son tuvo una revelación: en pleno otoño una flor vibrante desafiaba el ya riguroso clima del norte. Una simple flor podía enfrentarse con éxito a una situación que se podía comparar con la suya. Inmediatamente recuperó su confianza, no así sus ansias de poder, dedicó el resto de su vida a componer poemas inspirados por la flor que de alguna manera le había enseñado que la vida siempre se abre paso.

Que disfruten del video (ir abajo)

lunes, 26 de noviembre de 2007

Donde Occidente se encuentra con Oriente

¿Hay algo más hermoso que el embriagante perfume de una rosa o el onírico paisaje de un rhus rojo reflejándose en las apacibles aguas de un estanque? Cuando nos adentramos en el jardín Kyu-Furukawa de Tokyo nos quedamos de repente inmersos en esa experiencia.
Está construido sobre una pendiente y consta de dos partes: una mansión con jardín occidental en la parte superior y un jardín japonés en la parte inferior.
La mansión occidental fue construida con el estilo de las casas de la aristocracia inglesa de finales del siglo XIX. Eso tiene una razón: tanto la misma como el jardín de rosas que lo acompaña,
fueron diseñados por el arquitecto inglés Josiah Conder (1852-1920), quien llegó a Japón invitado por el gobierno Meiji, como parte de su programa para hacer de
Japón un país moderno e industrializado. Como parte de su labor diseñó numeroso edificios y enseñó y formó a muchos futuros arquitectos, algunos de los cuales luego se convirtieron en referentes de la arquitectura japonesa.
Paradójicamente vino a Japón a enseñar y termino aprendiendo, porque se apasionó con la cultura tradicional japonesa. Estudió pintura, y se involucró profundamente en el Ikebana y la jardinería, siendo el responsable de haber acercado por primera vez y de una manera inconfundible el jardín japonés a occidente. Sobre estos escribió 2 libros y uno sobre el arte del arreglo floral. Aún hoy y a pesar de la abundancia de literatura acerca de estos temas, el arquitecto inglés sigue siendo un referente importante.
El jardín que está frente a la mansión está compuesto por setos recortados que conforman diferentes figuras geométricas. En su interior
encontramos gran variedad y cantidad de rosas.











Las hay de todo tipo, aterciopeladas de pétalos color borra vino, de blancos etéreos, suaves y frágiles rosadas, con aromas dulces, intensos y otras con perfumes delicados apenas perceptibles. Una verdadera fiesta para los sentidos que podrán disfrutar viendo el video al final de esta entrada. Cuando uno se puede desprender de ese encantamiento, recién puede continuar el camino para conocer el resto del lugar.


Bajando por una gran escalinata un paisaje completamente diferente nos envuelve.
Sobre nuestras cabezas se yerguen altos y añosos árboles y un clima de sosiego se respira. Nos encontramos en la parte inferior con el jardín japonés creado por el diseñador Ogawa Jihei (1860-1933). Caminando por el estrecho sendero nos encontramos con el estanque, que constituye el centro del jardín, y presenta la forma del kanji (ideograma) del corazón.


Nuestra atención se ve atraída por el hermoso espectáculo: a orillas del estanque se reclina un grácil rhus cuyas hojas ya están completamente rojas, en contraste con los otros árboles.



El cuadro se completa con una gran linterna de piedra concebida para iluminar la nieve en las noches de invierno. Un sencillo puente de madera y una cascada escondida son otros elementos que componen el paisaje. Así termina nuestro recorrido por los jardines Kyu-Furukawa, donde la tradición occidental se encuentra con la oriental y conviven armoniosamente.

No olviden ver el video de las rosas!