martes, 4 de noviembre de 2008

Secretos del jardín japonés

Para aquellas personas que vivan en Rosario y zona de influencia, va la siguiente invitación:

Charla audiovisual titulada: Secretos del Jardín Japonés. Martes 18 de noviembre, 19:30 hs. Centro de Arquitectura y Diseño del CAd2. Córdoba 954. Subsuelo. Entrada libre y gratuita. 


viernes, 12 de septiembre de 2008

Los santuarios de Nikko

A unas dos horas en tren al norte de Tokio, se encuentra una pequeña ciudad con una historia milenaria: Nikko. Hoy llama la atención el barroquismo de su arquitectura, característica que se encuentra en las antípodas de la estética japonesa y su culto por la simplicidad y lo despojado. Quizás por esa razón Nikko era uno de nuestros destinos no prioritarios. Decidimos ir en diciembre, pasamos un par de días con muuucho frío, al punto de que se hacía difícil (un verdadero sufrimiento) poder sacar fotos, ya que no podía manipular la cámara con los guantes puestos. Cada foto era todo un operativo necesariamente rápido, con el fin de no congelarme las manos, en fin…quizás se note el tiriteo en las fotos.








Nikko se encuentra en una región montañosa, a unos 500 metros sobre el nivel del mar. La ciudad se asienta en un estrecho valle serpenteado por el río Daiya. Este, junto con las montañas que enmarcan la población, se articula con la historia del complejo de templos que podemos visitar hoy. Efectivamente, en el 766 se encontraba por la zona el sacerdote budista Shodo-shonin. Escuchó el rumor de un río y de inmediato estuvo ante el mismo, era tal la fuerza de las aguas que hacía imposible su cruce. Por eso rogó para poder pasar de alguna manera y seguir su camino hacia las altas montañas. Un gigante abominable se le apareció y le gritó: “Aquí tienes tu puente!” Al mismo tiempo que tendía dos enormes serpientes, una verde y otra

 azul, sobre el río. El sacerdote cruzó sin temor el río y luego el gigante junto con el puente de serpientes desapareció. Agradecido por este hecho, subió a la montaña y estableció una ermita-templo que denominó Shihon-ryuji. Ese es el comienzo del budismo en la zona y el origen del gran templo de la secta Tendai hoy llamado Rinnoji, del cual podemos observar el plano debajo. 

 


















El edificio principal del Rinnoji (foto superior) se llama Sanbutsudo. Contiene tres grandes estatuas que conforman la tríada budista del lugar, y se consideran la réplica budista de una tríada más antigua de kamis de la montaña. Las estatuas son de madera y están recubiertas de oro, la del centro representa a Amida Buda, a su derecha podemos ver a Senju Kannon, la Kannon de 1000 brazos, y a la izquierda Bato Kannon, la Kannon de cabeza de caballo. No mostramos fotos del interior porque esta prohibido sacarlas y respetamos la norma.

Detrás del Sanbutsudo se encuentra una extraña construcción al aire libre que nos llamó la atención ya que nos recordaba a algunos monumentos budistas de otros países como India o Nepal. Luego averiguamos que se trataba del Pilar Sorinto, construido en 1643 a pedido del Shogun Iemitsu. Es una copia de la Torre del Tesoro del famoso Templo del Monte Hiei en Kyoto y está conformado por un pilar central de 15 metros de alto, asegurado por 4 estructuras que representan a su vez los 4 puntos cardinales. Además de la importancia de su simbolismo formal como axis mundi, resulta considerable su contenido: 1000 ejemplares de los sagrados sutras budistas.     


Con el transcurrir de los siglos, se fueron adhiriendo otros templos y santuarios en el lugar, la familia imperial se relacionó con los mismos y aumentó su desarrollo y esplendor. Pero lo 

mejor estaba por llegar. Tokugawa Ieyasu (1543-1616) fue el primero de la dinastía de shogunes Tokugawa y por ello el fundador de una nueva era, el período Edo. Al morir, sus cenizas fueron depositadas en un templo de la prefectura de Shizuoka. Al año siguiente, su amigo Rigen Daishi, Abad de los templos de Nikko, completaba el mausoleo Toshugu que, de acuerdo a la voluntad del shogun, sería el último depositario de sus restos y el comienzo de su divinización. Efectivamente, Ieyasu se convirtió en una deidad sincrética shinto-budista que se encargaba de velar por toda la región de Kanto. Aquí  no termina todo, ya que ese primer mausoleo construido en el medio de un bosque denso era muy sencillo.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Emblema del clan Tokugawa

Su nieto y tercer shogún, Iemitsu (1604-1651), decidió que tal sencillez no se correspondía con el creciente poder del shogunato. El resultado: un fastuoso santuario inaugurado 20 años después del primero y realizado en el estilo zen chino, con sus edificios cubiertos por dentro y fuera con láminas de oro y laca roja y negra, todo ello adornado con coloridas tallas en  madera representando flores, animales míticos y figuras humanas y divinas.

Una vez que pasamos el torii de la entrada del complejo Toshugu vemos a la izquierda una hermosa y colorida pagoda de cinco pisos que mide casi 35 metros. Su original data de 1650 pero fue destruida por el fuego en 1815 y reconstruida al breve tiempo. Luego subimos una escalera, pasamos un portal con dos fieros guardianes e ingresamos en una zona donde se yerguen varias edificaciones exuberantes, como almacenes, la biblioteca, la fuente donde hacer la purificación previa al ingreso al santuario y el establo, que presenta las famosas tallas en madera de tres monos en las posturas que representan “no hablar mal, no escuchar el mal y no ver el mal”, tres regulaciones éticas del budismo Tendai.








Luego de pasar otro torii y subir otra escalera, contemplamos el imponente portal Yomeimon, de dos pisos y cubierto por más de 500 tallas en madera que representan seres míticos. 










Atravesándolo ingresamos en el penúltimo recinto que contiene unas capillas secundarias. Ese recinto abriga al santuario propiamente dicho, contenido por un perímetro cuadrado. Un pequeño y decorado portal (clausurado como ven en la foto, ya que se ingresa por el costado) preanuncia al Haiden u Oratorio que se divisa en la foto tras el muro. Detrás del mismo se encuentra el Honden o sala principal del mausoleo. 










El tercer shogún Tokugawa Iemitsu también eligió a Nikko como sede eterna, cerca del mausoleo de su abuelo mandó construir el Taiyuin, también con el mismo estilo y decoración aunque es más pequeño y elegante.

La majestuosa entrada al Taiyuin se alza al final de una escalinata de piedra. En el frente dos deidades protectoras nos reciben, aunque no abandonan el gesto furioso. 










Del otro lado del portal se encuentran dos dioses celestiales que se encuentran entronizados dentro del mismo: el dios del trueno y del viento, que aparece en la foto con su piel verde y portando sobre sus hombros un saco blanco de viento. Es una representación que me resulta particularmente interesante y atractiva, su nombre en japonés es Fujin.

Finalmente contemplamos el portal del mausoleo propiamente dicho, el mismo  presenta una serie de animales sagrados o míticos: un par de grullas, un dragón blanco y un león. El muro contiene paneles con tallas de pinos, bambúes, ciruelos en flor y aves de gran variedad.










A pesar de que, como dijimos anteriormente, no era uno de nuestros destinos primarios, la visita a los templos y santuarios de Nikko resultó sencillamente impresionante. Lejos de la simpleza que observamos por doquier en toda la arquitectura japonesa, la exuberancia, colorido y majestuosidad de los complejos despiertan ese sentimiento de abundancia y riqueza que más allá de ser una ostentación, apelan a un principio de la naturaleza. La misma naturaleza que se expande en las coloridas y exquisitas tallas de animales, árboles y dioses, en continua danza alegre y efusiva.  

De la tierra de crisantemos a la Pampa

Hemos regresado...y esto no se termina. Cómo se extraña Japón! Por eso mantenemos el contacto, de la forma en que se pueda, seguimos comiendo con palitos y el calzado no entra en casa japonesa. Además nos trajimos esa admiración por la naturaleza que caracteriza al pueblo japonés, nunca antes nos habíamos maravillado tanto del florecimiento de los lapachos rosados que abundan en algunas calles de Rosario, la ciudad donde vivimos.
Con la idea de difundir la cultura japonesa, hemos publicado dos artículos en revistas de Argentina: Encuentro con el paraíso, en Revista Jardín, Otoño 2008 y En busca del paraíso, 1000 años de jardinería japonesa, en La Gaceta de los arquitectos, número 82 (Edición local). Como se darán cuenta, la temática del paraíso abarca los dos artículos, el primero de ellos muestra dos jardines medievales de Kyoto: El Kinkakuji y el Ginkakuji. El segundo aborda gran parte de la historia de la jardinería japonesa, desde la época Heian hasta el Siglo XVII.
Estamos con algunos proyectos pero nada es fácil en Argentina, menos lo que tenga que ver con espacios como la cultura tradicional japonesa que están fuera de la agenda y de nuestro horizonte. Por eso nos reconectamos con nuestro querido blog, ya que nos queda mucho para mostrar y compartir. Un saludo afectuoso a nuestros lectores y a nuestras lectoras.

lunes, 19 de mayo de 2008

Donde viven los inmortales

La historia del jardín japonés es también la historia de la búsqueda del paraíso, ese lugar de íntima relación con la naturaleza, donde el dolor y los pesares de la vida no entran. Pero hay algo más intrínseco a ello: la búsqueda de la inmortalidad, el deseo de que ese paraíso se mantenga para siempre. El inicio de esa búsqueda no sucedió en Japón, debemos rastrearla en el continente, en el comienzo de la dinastía imperial china. Y si quisiéramos, podríamos ir incluso más lejos, a Mesopotamia y Egipto, pero queremos esbozar aquí la influencia inmediata que tuvo la cultura japonesa al respecto.

Antes que nada, debemos aclarar que la cosmovisión japonesa de la época medieval (momento en que la visión del paraíso era parte tanto de la religión como del diseño de los jardines) es el resultado de la asimilación gradual de varias corrientes. Las influencias han provenido de Corea, China e India, aunque de esta última lo han hecho en forma indirecta, ya que los elementos de su cultura han llegado a Japón luego de pasar por el crisol chino. Así descubrimos que del continente han arribado tanto libros como maestros y artistas chinos, y junto con ellos no solo un idioma y una forma de escritura sino también la mitología, religión, filosofía, arte, urbanismo, costumbres, en fin, toda una cosmovisión. Al entrar en la época Kamakura el budismo ya llevaba 6 siglos desde su llegada a Japón fusionándose con el shintoismo. Más antigua había sido la introducción del cultivo de arroz, que conforma toda una cultura en si misma, hacia el 300 a.C. Al arroz le siguieron objetos de bronce, luego de hierro, formas de hacer cerámica, de pintar y esculpir, el calendario, la tinta y el papel. Finalmente, precisamente en 1191, llegara algo que con el tiempo conformara una verdadera mística, incluso una arquitectura: el te.

Ahora sí, de las contribuciones originales de la cultura china, ciertos elementos e imágenes de los mitos taoístas serán trasladados al diseño del jardín. Uno de ellos es el mito de las islas de los inmortales. Tal lugar paradisíaco estaba situado en el mar oriental, frente a la costa de Shandong. Las islas de ensueño tenían altísimas montanas, de miles de metros de altura. La abundancia en las islas era increíble, las construcciones eran de oro, plata y jade, los animales tenían bellos colores y había una frondosa vegetación compuesta por árboles de perlas y piedras preciosas. Los animales de las islas son de un blanco inmaculado. Ahí no termina todo, las islas ejercían una poderosa atracción sobre los antiguos chinos ya que guardaban el tesoro mas preciado: la juventud eterna. Los inmortales que vivían allí poseían poderes sobrenaturales como la levitación aunque preferían el vuelo en grulla entre las altas montañas.

Escena del mito de los 8 inmortales cruzando el mar

Un mito cuenta que las islas flotaban en la superficie, como sus habitantes temieron que se fueran a la deriva solicitaron ayuda al Supremo Gobernante del Cielo. Este envió 15 enormes tortugas en donde se asentaron las islas, aunque no por mucho tiempo. Un gigante atrapó algunas tortugas y se las llevó, como resultado dos islas fueron arrastradas por las olas y se perdieron. Tal es la impermanencia de las cosas, aún de las islas de los inmortales.

Lo cierto es que en la legendaria China antigua, donde el mito se confunde con la historia, hubo emperadores que creyeron realmente en la existencia de las islas y, preocupados por obtener el fruto de la inmortalidad, llegaron a costear expediciones para encontrarla. En la imagen de la izquierda podemos contemplar al autodenominado Primer Emperador o Shi Huangdi (260-210 a.C.). El era un hombre llamado a realizar empresas grandiosas, como unir bajo su mandato el infinito territorio de los reinos chinos, pretender cerrar tal territorio con la construcción de una Gran Muralla y abolir la inmensa historia previa a su reinado quemando todos los archivos reales. Su misma tumba continúa siendo objeto de especulaciones, aunque el descubrimiento del fabuloso ejército de terracota que lo protege en el mas allá hace que toda nuestra imaginación sea escasa. El hecho que nos interesa es su búsqueda “material” de la inmortalidad. El Primer Emperador estaba convencido de la existencia de las islas de los inmortales, con el fin de encontrarlas hizo 3 viajes a la isla de Zhifu, no tuvo éxito. Luego envió a un personaje al cual algunas leyendas lo vinculan con Japón: Xu Fu. Luego de varios años de búsqueda, volvió con las manos vacías pero alimento aun más la ansiedad del emperador al contarle que había estado cerca de cumplir con su cometido. Como los inmortales denegaron darle la planta sagrada, sugirió a Shi Huangdi enviar como ofrendas jóvenes y artesanos capaces de crear bellos regalos para los inmortales. Se organizo una flota de 60 barcos, 3000 muchachos y muchachas, los artífices y 5000 tripulantes. Con todo ese gasto su objetivo no fue cumplido, al cuestionar el emperador a Xu Fu este se excusó diciendo que bestias marinas habían impedido a la flota llegar a la montaña sagrada del mar. El emperador confió nuevamente en el, aumento la tripulación con arqueros y todos juntos se hicieron a la mar en el 210, para nunca más regresar.

La versión de que Xu Fu se dirigió a Japón y se estableció allí con el tiempo se popularizó. Una estampa del genial Hokusai muestra el instante en que Xu Fu llega al Monte Fuji y extasiado descubre que su búsqueda ha terminado.

El motivo de las islas de los inmortales, como dijimos al principio, se trasladó desde temprano al arte paisajista japonés. Así aparecen en innumerables jardines varias formas de representar las mismas. Generalmente se le llama isla Horai (ésta también puede ser una pequeña península en el estanque o una roca vertical dentro de una composición pétrea). Otras variantes comunes son las islas de las tortugas y de las grullas. En el número 64 de la revista Jardín (otoño 2008) hemos publicado un artículo donde aparece esta simbología en el diseño del jardín de tipo paradisíaco del Kinkakuji, más conocido como Templo del Pabellón Dorado. Allí dos islas plantean una relación con el pabellón: una representa una tortuga que se aleja del mismo (foto izquierda), la otra una que se acerca. La tortuga, así como la grulla, es un animal que vive mucho tiempo, de ahí su inclusión en el mito de las islas de los inmortales. Otras islas dentro del jardín japonés de este tipo se denominan islas de las grullas, el “vehículo” volante de los habitantes de las míticas islas.

Un par de islas, una de la tortuga y otra de la grulla, en el centro de la foto.

El jardín del Tenryuji o Templo del dragón celestial, situado al oeste de Kyoto, pertenece a un monasterio zen y fue realizado a comienzos del siglo XIV. Presenta un hermoso estanque no muy grande con algunos puentes y una serie de composiciones pétreas de contenidos simbólicos.

Jardín con estanque del Tenryuji

Frente a la vivienda del sumo sacerdote se encuentra una cascada diseñada con piedras que es muy hermosa, da la impresión de representar una catarata. La composición corresponde con el mito de la puerta del dragón. Ahora nos interesa una serie de rocas situadas delante de la cascada y dentro del estanque, parecen emerger del mismo. Las rocas son siete y representan las míticas islas de los inmortales.

Al fondo se observa la composición de la cascada, en el detalle debajo podemos ver las islas Horai

Otro jardín de Kyoto que presenta la simbología de las islas míticas, en este caso del tipo kare sansui o jardín seco, es el Ryogenin (ampliar foto izquierda). El templo posee varios jardines secos, el más grande constituye una representación del universo, “condensado” en un amplio mar de grava rastrillada. Dentro del mar encontramos tres composiciones: en el fondo, en la esquina, las islas Horai, a la derecha atrás una isla de las grullas, por último una isla de las tortugas con musgo representa la isla de las tortugas.

Este ha sido nuestro pequeño recorrido por la historia del antiguo mito de la búsqueda del paraíso de los inmortales y su presencia en el diseño paisajístico. Más allá de que uno conozca o no la simbología de los jardines japoneses, la percepción que uno tiene en su presencia es la misma: uno se siente como si estuviera en el paraíso. Allí el tiempo se detiene, o se esfuma literalmente, y la eternidad irrumpe. La búsqueda, como la de Xu Fu hace dos milenios, también ha terminado.

La imagen del primer emperador chino fue tomada del sitio www.arqueologos.org. La pintura de los inmortales cruzando el mar fue tomada del sitio sacredcircuits.net. El resto de las fotografías así como el texto pertenecen a los autores de este blog y no pueden ser reproducidas por ningún medio sin la autorización de los mismos. Gracias.

martes, 6 de mayo de 2008

Viento y agua

En la última década se ha popularizado el conocimiento del Feng Shui, la geomancia china. Al igual que su similar chino, la palabra japonesa Fu Sui significa viento y agua respectivamente. Con esas alusiones a elementos naturales esenciales, tanto chinos y japoneses concibieron una ciencia que se encargaba de determinar la forma energética y el mejor lugar para edificar una casa, situar una tumba, desarrollar un jardín o diseñar una ciudad entera, dentro de su entorno artificial o natural. La geomancia entiende al ser humano dentro de una concepción holística del cosmos, concibiéndolo como una pieza integral de la naturaleza y sus campos de energía.

En la geomancia china el principal instrumento es el “compás” geomántico, el cual simboliza una reproducción del cosmos, una especie de mandala chino, una representación simbólico-iconográfica del universo. Esta dividido en 3 niveles, cielo, hombre y tierra. Ese mandala lo podemos ver en el plano del Templo del Cielo, la foto arriba a la derecha. Debajo a la izquierda podemos observa el famoso palacio imperial de la Ciudad Prohibida, en Pekìn.

La geomancia práctica se asemeja a una acupuntura de la naturaleza, y la acupuntura a una geomancia del cuerpo humano, según lo describe el arquitecto Gunter Nitschke en su libro “El jardín japonés”. Es la noción del acto reflejo, cielo y tierra, ser humano y naturaleza, es una concepción holística. Para darnos una idea de la importancia que se le dio a esta disciplina, bajo el reinado del emperador Temmu la geomancia incluso se convirtió en asunto de estado, había una central de inspección llamada la oficina del Ying y el Yang. De esta integración de lo que percibimos como “diferentes” planos de la realidad, incluyendo el tiempo, se constituyó el arte de la geomancia.

Japón poseía un arte geomántico particular antes de la importación del Feng Shui de China. Estaba ligado al sistema religioso-agrícola del cultivo de arroz y comprendía las relaciones entre los kamis de la montaña, la gente de la aldea, el campo de cultivo y el santuario situado en el punto de contacto entre lo divino y lo humano. Pero ya en la antigüedad la consolidación de un poder centralizado bajo el emperador hizo que se adoptarán varios aspectos de la cultura china, que era tomada como un referente, un modelo a seguir.

La primera capital más o menos estable erigida según ese modelo fue la de Asuka, en el siglo VII. A partir de ese momento se fue trasladando hacia el norte en forma regular y no solo eso: se adoptó el modelo cuadriculado de las ciudades imperiales chinas. La primera de tales emplazamientos fue Fujiwara (fines del siglo VI, luego vendría Heijo (la Nara actual) 710-784 y finalmente Heian-kyo, o capital de la Paz y la Tranquilidad. En 794 se convirtió en el asiento del gobierno imperial y dio comienzo a un nuevo periodo de la historia japonesa que lleva el nombre de la ciudad: periodo Heian.

Tanto los jardines, como los palacios y las ciudades de China y Japón se orientan en lo posible mirando hacia el sur. Los chinos creían que todo el poder procedía de lo alto, del cielo, y no lo concebían como un ser personal. El intermediario, el que producía el equilibrio de esa fuerza tremenda y nuestro mundo era el emperador. Por eso se lo compara con la estrella polar, el movimiento de las constelaciones parece ser una rueda alrededor de ese centro fijo de la estrella, a su vez, el soberano celeste. Aquí en la tierra todo gira alrededor del emperador, que se sitúa en su palacio erigido en el norte de la ciudad.

Actual trono del palacio imperial de Kyoto.

Desde allí, una ancha avenida separa en dos la ciudad, mejor dicho se conforma como su eje, su columna vertebral. En el caso de Kyoto, la avenida tenía 85 metros de ancho. Podemos observarla en la fotografìa de la derecha y debajo. Otra avenida un poco más ancha cruza perpendicularmente la ciudad por el frente sur del recinto palaciego. Una diferencia de las ciudades imperiales japonesas con respecto a las chinas es la ausencia de murallas, eso se debe a su aislamiento del continente.


Maqueta del recinto imperial de Kyoto, se puede observar la traza de la avenida

que comienza en el portal sur del complejo.

Ya que estamos con las cuestiones de protección, tanto las ciudades como las tumbas debían adoptar una configuración geomántica tipo sillón, rodeadas por tres costados (el respaldo y los dos apoyabrazos) por montañas. En chino la palabra que denomina esta forma es Xue, que significa cueva o refugio. El mismo ideograma de Xue se usa para designar el punto de acupuntura. La ciudad de Kyoto cumple con esos requisitos: se encuentra en un valle y rodeada por tres costados de montañas de alrededor de 1000 metros. Hacia el norte encontramos las montañas Tamba y en el noreste la altura máxima: el Monte Hiei. Según el feng sui había que conjurar la dirección mas nefasta: el noreste. En el caso de Kyoto entonces, el monte Hiei protege a la ciudad de los fríos vientos invernales que provienen del noreste.


El monte Hiei se insinúa en el horizonte y complementa el marco del jardín zen del templo Shodenji.

Estas montañas no solamente daban a los jardines, templos y palacios un hermoso marco, mantienen una especie de microclima con altos niveles de humedad, lo cual favorece el crecimiento del musgo, uno de los elementos distintivos de los jardines. Las montañas también proporcionan abundantes fuentes de agua que son utilizadas en los jardines. Tres ríos atraviesan Kyto: el río Katsura por el oeste, el río Kamo por el este y el río Uji por el sur. Ellos encarnan la presencia del elemento agua, y por ende de la abundancia y la prosperidad que va unida a ella, no olvidemos que estamos hablando de sociedades netamente agrícolas. Así se completa el esquema de armonía entre el viento y el agua, y la mejor evidencia de ello es la Kyoto moderna, una ciudad con 1300 años de historia donde conviven un millón y medio de personas.

La configuración urbana de la ciudad inicial se reproducía a escala menor en las villas aristocráticas y palacios, con jardines ubicados en el sur de las edificaciones. Los pabellones “abrazaban” a los jardines, ya que de los extremos del edificio principal situado en el norte procedían dos extensas galerías que delineaban el jardín por el este y el oeste. Eso al menos sucedía en la época Heian, comprendida entre fines del siglo VIII y fines del siglo XII: De esa época data el sakuteiki, el manual de jardinería más antiguo que se conoce. El texto está lleno de alusiones geománticas, una de ellas se refiere a la ubicación de la casa o pabellón con respecto al curso de agua, este constituye un elemento indispensable del jardín y alimenta al estanque. La ubicación favorable era la que estaba rodeada por el recorrido del río, arroyo o curso de agua canalizado. Así habla el Sakuteiki:

“Considera un lugar rodeado por el meandro de un río como el vientre de un dragón. Feliz aquel que construya su casa sobre el vientre del dragón. El que construye su casa sobre la espalda del dragón está desafiando al destino…”[1]


La obediencia a esa indicación, que no es ni mas ni menos que la búsqueda de la armonía entre arquitectura y naturaleza, sobrevivió al paso del tiempo. Ejemplo de ello es la disposición de los pabellones del templo Tenryuji en Kyoto y que podemos observar arriba. También lo podemos observar en el jardín de la villa imperial de Katsura, en Kyoto, situado al margen del río del mismo nombre. Fue realizado entre los años 1616 y 1660. Todos los edificios se encuentran en los diferentes “vientres de dragón” que delinean los brazos del estanque. Es una villa de ensueño, uno de los más bellos ejemplos de la estética japonesa, perfecta integración de obra humana y naturaleza.

Representación de la villa Katsura


[1] En El jardín japonés por Gunter Nitschke, pág.36, traducción de Carmen Sánchez Rodríguez.



viernes, 21 de marzo de 2008

Todas son perfectas...

Como hemos dicho en otras oportunidades, el pueblo japonés ha sido a lo largo de su historia, sumamente sensible a la naturaleza y a los cambios que produce el cambio de las estaciones. Han practicado desde hace muchísimo tiempo diferentes ritos y festividades en donde festejan los ciclos agrícolas, la fertilidad, por ejemplo. En otoño son aficionados a contemplar la luna y los arces que se han teñido de rojo. En primavera el árbol del cerezo Prunus serrulata, es su nombre botánico, o sakura como lo llaman aquí, tiene un papel preponderante. A lo largo de toda la historia del pueblo japonés este árbol ejerció una gran fascinación y podríamos decir que hasta se formó un culto alrededor del mismo. Podríamos pensar que esto también esta relacionado con el shinto, la religión nativa del país, la cual promueve una actitud de reverencia y respeto por todo el mundo natural. Todo aquello que posee una cualidad excepcional en la naturaleza, como un árbol muy añoso, una alta cascada o una piedra con forma extraña, es reverenciado por ser el asiento de los kamis o dioses.

El sakura inspiró a artistas de diferentes épocas y campos, como lo vemos reflejado en la cerámica, la poesía (haikus), los diseños de los kimonos, la gastronomía o la música: sakura es una canción tradicional y muy popular.

Se le presta tanta atención que hasta el mismo servicio meteorológico nacional anuncia su floración. La misma comienza en el mes de enero en la sureña isla de Okinawa, luego va ascendiendo hacia el norte, pasando por Tokio y Kyoto a mediados de marzo hasta llegar a Hokaido, al norte, algunas semanas después. La Televisión brinda junto con el pronóstico diario, imágenes de la floración en diferentes lugares del país. Si normalmente lo único que nos interesa es saber si va a llover o no, allí hay además una información preciosa para los amantes del sakura. Las publicidades y anuncios tienen al cerezo como tema central, mostrando por ejemplo hermosas fotos con el epíteto “dentro de poco..los sakuras”. Además los locales comerciales son decorados con sakuras y también los motivos principales de artículos diversos, desde golosinas hasta especias, artículos de regalaría o prendas de vestir, tienen este motivo. En la foto derecha podemos ver un paseo comercial tradicional del barrio de Asakusa, en Tokyo.

Cuando llega la primavera la tradición del hana mi convoca a gran cantidad de gente, en templos, santuarios, jardines y parques. Hanami, formado por dos kanji, el primero de flor y el segundo el verbo ver, 花見, se podría traducir como “contemplar las flores” para disfrutar de su belleza. Esta costumbre se puede rastrear hasta el siglo VIII, hasta el período Nara, donde la nobleza había imitado la costumbre de la vecina China, en donde se congregaban para admirar las flores del ciruelo. Mas tarde el sakura fue desplazando al ciruelo, aunque la belleza de este último aun hoy en día es muy apreciado todavía.

Sakura del templo Kenninji, en Kamakura

El parque Gyoen en Tokyo, cerca de la concurrida estación de Shinjuku, es uno de los lugares famosos por la gran variedad de saturas que posee. Cuando llegamos a él, un día a mediados de marzo, nos asombró ver que una muchedumbre se aprestaba a ingresar al mismo. La gente se congrega en familia y con amigos para contemplar y admirar la belleza de estos árboles. Son también muy aficionados a sacarles fotos. Y nos dimos cuenta que no es para menos, cuando estos árboles florecen es un espectáculo impresionante, inusual, parecen provenir de otro mundo.

Son de una hermosura particular, sencilla, un canto a la vida. Ese soleado día de marzo, con el cielo celeste como telón de fondo, el delicado rosa pálido de los sakuras desplegaban una belleza sin igual. Uno siente que se podría quedar contemplándolos para siempre. Pero ello no va a ser posible, como la flor dura muy poco, a la semana de florecer se cae, en la cultura japonesa el sakura encarna desde la antigüedad un símbolo de lo efímero y fugaz de la vida. Por ello atrajo la atención del samurai, cuyo papel en la vida lo colocaba continuamente al borde de la muerte. Por eso la fascinación, tan bien retratada en la película El último samurai. Allí el líder samurai muere en el campo de batalla, saboreando esa última revelación que le otorgan las flores del cerezo: "todas son perfectas...", sus últimas palabras.

No olviden ver el video un poco más abajo.



martes, 4 de marzo de 2008

El bosquecillo de Bambú

Al oeste de Kyoto, en la zona llamada Arashiyama, detrás del templo Tenryuji, se encuentra un encantador bosquecito de bambú. El recorrerlo aviva los sentidos, a medida que uno avanza se siente el sonido del viento a través de las hojas y el suave crujir de los troncos al mecerse con la brisa. Todo el paisaje se tiñe de diferentes tonos de verde, la alfombra de hojas secas, los rayos del sol a través de las hojas, los aromas del verdor completan el sensual cuadro.

Desde tiempos remotos esta planta tiene importancia económica y cultural para países como Corea, China, Vietnam, Indonesia, Japón. En estos países esta dúctil planta era y es usada en campos tan diversos como culinaria, medicina, cestería, arquitectura, decoración, jardinería, artesanías, entre otros.

En Japón por ejemplo hay negocios especializados que venden solo artículos hechos de este material. A comienzos de la primavera las cartas de los restaurantes ofrecen en su primera página platos de estación cuyos componentes más importantes son los brotes de bambú. También se los encuentra en gran cantidad en los supermercados.

El noble bambú es el alimento principal para el panda, cuyo último vestigio de hábitat en estado natural se encuentra en China.

Es símbolo de flexibilidad y resistencia, tenacidad y perseverancia ya que puede sobrevivir bajo condiciones adversas como la nieve y soporta sin quebrarse fuertes vientos .

Un pintor chino, Zheng Banqiao, de la dinastía Qing (1616-1911) dijo:

Sus raíces prenden bien en la montaña; ni siquiera las rocas desordenadas pueden impedirles brotar y crecer; se mantienen firmes e inquebrantables ante una miríada de adversidades, vengan de donde vengan.

Ejerció fascinación en la antigua China y Japón. Desde tiempos tempranos inspiraron a artistas y fueron motivo de pinturas y poemas.

Sentado solo, en el bosque de bambú,
toco el laúd, silbo largo tiempo.
Al bosque profundo la gente no lo conoce,
la luna brillante viene y acerca su claridad.

Poema chino: El bosque de bambú

Sus tallos huecos crecen enhiestos hacia el cielo; si cultivo la modestia, comprendo claramente el sentido de la vida.

El haiku es la poesía tradicional japonesa referida generalmente a las estaciones y entorno natural. Debajo podemos ver algunos haikus, escritos por mujeres poetas referidos al bambú.

You rose / with eastern clouds / and left. / The dew on bamboo leaves / has longer stayed with me.

Tú rosa

con nubes del oriente

te fuiste

La gota de rocío en las hojas de bambú

ha permanecido más tiempo conmigo.

Izumi Shikibu



I only love to paint bamboo / its greenness / reflected on my garment.

Solamente quiero pintar al bambú

su verdor

reflejado en mi vestido.

Ema Saiko

This gentleman / grows and grows / auspiciously: / learn from him / and you will ever flourish.

Este caballero

crece y crece

auspiciosamente

Aprende de el

y siempre crecerás

Otagaki Rengetsu

Let us plant / in a warrior's garden. / May you become bows, may you become arrows / clumps of bamboo / of ten thousand years.

Plantemos

en un jardín de samurai

Puede que te conviertas en arcos, puede que te conviertas en flechas

manojo de bambú

de diez mil años

Takabatake Shikibu

One must bend / in the floating world / snow on the bamboo.

Uno debería inclinarse

en el mundo flotante

Nieva sobre el bambú

Chiyo-ni

El haiku anterior menciona al “mundo flotante”, se refiere a la cultura que nació en Edo (la ciudad actual de Tokyo) en la segunda mitad del siglo XVII. Allí, mientras se exaltaba el placer y los pasatiempos, el rígido sistema jerárquico se desvanecía por un momento. En este marco nace el arte del Ukyo-e, las famosas estampas japonesas.

Tonight / as hail falls / on bamboo leaves / rustling, rustling / how can I sleep alone?

Esta noche

mientras el granizo cae

sobre las hojas de bambú

susurrando, susurrando

¿Como puedo dormir sola?

Izumi Shikibu


NOTA: Los haikus fueron extraidos de: http://www.earlywomenmasters.net/masters/bamboo/index.html.

La traducción al español es nuestra.