viernes, 21 de marzo de 2008

Todas son perfectas...

Como hemos dicho en otras oportunidades, el pueblo japonés ha sido a lo largo de su historia, sumamente sensible a la naturaleza y a los cambios que produce el cambio de las estaciones. Han practicado desde hace muchísimo tiempo diferentes ritos y festividades en donde festejan los ciclos agrícolas, la fertilidad, por ejemplo. En otoño son aficionados a contemplar la luna y los arces que se han teñido de rojo. En primavera el árbol del cerezo Prunus serrulata, es su nombre botánico, o sakura como lo llaman aquí, tiene un papel preponderante. A lo largo de toda la historia del pueblo japonés este árbol ejerció una gran fascinación y podríamos decir que hasta se formó un culto alrededor del mismo. Podríamos pensar que esto también esta relacionado con el shinto, la religión nativa del país, la cual promueve una actitud de reverencia y respeto por todo el mundo natural. Todo aquello que posee una cualidad excepcional en la naturaleza, como un árbol muy añoso, una alta cascada o una piedra con forma extraña, es reverenciado por ser el asiento de los kamis o dioses.

El sakura inspiró a artistas de diferentes épocas y campos, como lo vemos reflejado en la cerámica, la poesía (haikus), los diseños de los kimonos, la gastronomía o la música: sakura es una canción tradicional y muy popular.

Se le presta tanta atención que hasta el mismo servicio meteorológico nacional anuncia su floración. La misma comienza en el mes de enero en la sureña isla de Okinawa, luego va ascendiendo hacia el norte, pasando por Tokio y Kyoto a mediados de marzo hasta llegar a Hokaido, al norte, algunas semanas después. La Televisión brinda junto con el pronóstico diario, imágenes de la floración en diferentes lugares del país. Si normalmente lo único que nos interesa es saber si va a llover o no, allí hay además una información preciosa para los amantes del sakura. Las publicidades y anuncios tienen al cerezo como tema central, mostrando por ejemplo hermosas fotos con el epíteto “dentro de poco..los sakuras”. Además los locales comerciales son decorados con sakuras y también los motivos principales de artículos diversos, desde golosinas hasta especias, artículos de regalaría o prendas de vestir, tienen este motivo. En la foto derecha podemos ver un paseo comercial tradicional del barrio de Asakusa, en Tokyo.

Cuando llega la primavera la tradición del hana mi convoca a gran cantidad de gente, en templos, santuarios, jardines y parques. Hanami, formado por dos kanji, el primero de flor y el segundo el verbo ver, 花見, se podría traducir como “contemplar las flores” para disfrutar de su belleza. Esta costumbre se puede rastrear hasta el siglo VIII, hasta el período Nara, donde la nobleza había imitado la costumbre de la vecina China, en donde se congregaban para admirar las flores del ciruelo. Mas tarde el sakura fue desplazando al ciruelo, aunque la belleza de este último aun hoy en día es muy apreciado todavía.

Sakura del templo Kenninji, en Kamakura

El parque Gyoen en Tokyo, cerca de la concurrida estación de Shinjuku, es uno de los lugares famosos por la gran variedad de saturas que posee. Cuando llegamos a él, un día a mediados de marzo, nos asombró ver que una muchedumbre se aprestaba a ingresar al mismo. La gente se congrega en familia y con amigos para contemplar y admirar la belleza de estos árboles. Son también muy aficionados a sacarles fotos. Y nos dimos cuenta que no es para menos, cuando estos árboles florecen es un espectáculo impresionante, inusual, parecen provenir de otro mundo.

Son de una hermosura particular, sencilla, un canto a la vida. Ese soleado día de marzo, con el cielo celeste como telón de fondo, el delicado rosa pálido de los sakuras desplegaban una belleza sin igual. Uno siente que se podría quedar contemplándolos para siempre. Pero ello no va a ser posible, como la flor dura muy poco, a la semana de florecer se cae, en la cultura japonesa el sakura encarna desde la antigüedad un símbolo de lo efímero y fugaz de la vida. Por ello atrajo la atención del samurai, cuyo papel en la vida lo colocaba continuamente al borde de la muerte. Por eso la fascinación, tan bien retratada en la película El último samurai. Allí el líder samurai muere en el campo de batalla, saboreando esa última revelación que le otorgan las flores del cerezo: "todas son perfectas...", sus últimas palabras.

No olviden ver el video un poco más abajo.



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