A unas dos horas en tren al norte de Tokio, se encuentra una pequeña ciudad con una historia milenaria: Nikko. Hoy llama la atención el barroquismo de su arquitectura, característica que se encuentra en las antípodas de la estética japonesa y su culto por la simplicidad y lo despojado. Quizás por esa razón Nikko era uno de nuestros destinos no prioritarios. Decidimos ir en diciembre, pasamos un par de días con muuucho frío, al punto de que se hacía difícil (un verdadero sufrimiento) poder sacar fotos, ya que no podía manipular la cámara con los guantes puestos. Cada foto era todo un operativo necesariamente rápido, con el fin de no congelarme las manos, en fin…quizás se note el tiriteo en las fotos.
Nikko se encuentra en una región montañosa, a unos
azul, sobre el río. El sacerdote cruzó sin temor el río y luego el gigante junto con el puente de serpientes desapareció. Agradecido por este hecho, subió a la montaña y estableció una ermita-templo que denominó Shihon-ryuji. Ese es el comienzo del budismo en la zona y el origen del gran templo de la secta Tendai hoy llamado Rinnoji, del cual podemos observar el plano debajo.
El edificio principal del Rinnoji (foto superior) se llama Sanbutsudo. Contiene tres grandes estatuas que conforman la tríada budista del lugar, y se consideran la réplica budista de una tríada más antigua de kamis de la montaña. Las estatuas son de madera y están recubiertas de oro, la del centro representa a Amida Buda, a su derecha podemos ver a Senju Kannon,
Detrás del Sanbutsudo se encuentra una extraña construcción al aire libre que nos llamó la atención ya que nos recordaba a algunos monumentos budistas de otros países como India o Nepal. Luego averiguamos que se trataba del Pilar Sorinto, construido en
Con el transcurrir de los siglos, se fueron adhiriendo otros templos y santuarios en el lugar, la familia imperial se relacionó con los mismos y aumentó su desarrollo y esplendor. Pero lo
mejor estaba por llegar. Tokugawa Ieyasu (1543-1616) fue el primero de la dinastía de shogunes Tokugawa y por ello el fundador de una nueva era, el período Edo. Al morir, sus cenizas fueron depositadas en un templo de la prefectura de Shizuoka. Al año siguiente, su amigo Rigen Daishi, Abad de los templos de Nikko, completaba el mausoleo Toshugu que, de acuerdo a la voluntad del shogun, sería el último depositario de sus restos y el comienzo de su divinización. Efectivamente, Ieyasu se convirtió en una deidad sincrética shinto-budista que se encargaba de velar por toda la región de Kanto. Aquí no termina todo, ya que ese primer mausoleo construido en el medio de un bosque denso era muy sencillo. Emblema del clan Tokugawa
Su nieto y tercer shogún, Iemitsu (1604-1651), decidió que tal sencillez no se correspondía con el creciente poder del shogunato. El resultado: un fastuoso santuario inaugurado 20 años después del primero y realizado en el estilo zen chino, con sus edificios cubiertos por dentro y fuera con láminas de oro y laca roja y negra, todo ello adornado con coloridas tallas en madera representando flores, animales míticos y figuras humanas y divinas.
Una vez que pasamos el torii de la entrada del complejo Toshugu vemos a la izquierda una hermosa y colorida pagoda de cinco pisos que mide casi
Luego de pasar otro torii y subir otra escalera, contemplamos el imponente portal Yomeimon, de dos pisos y cubierto por más de 500 tallas en madera que representan seres míticos.
Atravesándolo ingresamos en el penúltimo recinto que contiene unas capillas secundarias. Ese recinto abriga al santuario propiamente dicho, contenido por un perímetro cuadrado. Un pequeño y decorado portal (clausurado como ven en la foto, ya que se ingresa por el costado) preanuncia al Haiden u Oratorio que se divisa en la foto tras el muro. Detrás del mismo se encuentra el Honden o sala principal del mausoleo.
El tercer shogún Tokugawa Iemitsu también eligió a Nikko como sede eterna, cerca del mausoleo de su abuelo mandó construir el Taiyuin, también con el mismo estilo y decoración aunque es más pequeño y elegante.
La majestuosa entrada al Taiyuin se alza al final de una escalinata de piedra. En el frente dos deidades protectoras nos reciben, aunque no abandonan el gesto furioso.
Del otro lado del portal se encuentran dos dioses celestiales que se encuentran entronizados dentro del mismo: el dios del trueno y del viento, que aparece en la foto con su piel verde y portando sobre sus hombros un saco blanco de viento. Es una representación que me resulta particularmente interesante y atractiva, su nombre en japonés es Fujin.
Finalmente contemplamos el portal del mausoleo propiamente dicho, el mismo presenta una serie de animales sagrados o míticos: un par de grullas, un dragón blanco y un león. El muro contiene paneles con tallas de pinos, bambúes, ciruelos en flor y aves de gran variedad.
A pesar de que, como dijimos anteriormente, no era uno de nuestros destinos primarios, la visita a los templos y santuarios de Nikko resultó sencillamente impresionante. Lejos de la simpleza que observamos por doquier en toda la arquitectura japonesa, la exuberancia, colorido y majestuosidad de los complejos despiertan ese sentimiento de abundancia y riqueza que más allá de ser una ostentación, apelan a un principio de la naturaleza. La misma naturaleza que se expande en las coloridas y exquisitas tallas de animales, árboles y dioses, en continua danza alegre y efusiva.
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