lunes, 15 de octubre de 2007

Celebrando la vida: las rocas casadas

La semana pasada volvimos de nuestro último periplo, fue la despedida del verano, los días eran todavía calurosos aunque refrescaba apenas se ponía el sol.

Esta vez conocimos un paisaje diferente: el que brinda la tierra cuando se junta con el océano. Decidimos visitar uno de los íconos de Japón: las rocas casadas, meoto iwa en japonés. Las mismas se encuentran en el mar frente a la costa del pueblo de Futami o Futamigaura. En los mapas se puede ver la localización, a mitad de camino entre Toba e Ise. Para llegar hicimos un corto recorrido en tren desde Ise, donde habíamos visitado los santuarios más importantes de Japón (tema de una entrada próxima).

Eran las tres y media de la tarde y caminábamos por lo que parece ser un pueblo desierto. No seguimos la calle principal donde había algunos comercios sino que nos dirigimos directamente hacia el mar. Algo nos llama la atención: delante de una casa vemos un puesto de verduras y frutas. ¿Qué es lo raro? Que están solas, por lo que averiguamos después, en algunas partes todavía se acostumbra a dejar el puesto solo. La relación se entabla entre el comprador y la mercadería. Sin el vendedor, se apela a la buena voluntad de la persona para que lleve lo que necesite y deje el dinero correspondiente. Así es Japón, la brecha tecnológica es lo de menos, la más grande es moral y cultural.

Caminamos un poco más y nos reencontramos con el mar, una cadena de hoteles silenciosos se encuentran en toda la bahía. Hacia el norte vemos a lo lejos la silueta de las rocas casadas. A medida que nos aproximamos vamos divisando un torii y los edificios de un santuario que está al lado del sitio de las rocas. Si amplian la imagen podrán ver el torii.


El mismo pertenece al santuario Okitama, más conocido como santuario de las ranas. Se pueden ver varias estatuas de ranas, incluso en el sitio de purificación, donde uno se tiene que lavar las manos, en vez del tradicional dragón que emana agua de la boca encontramos a una rana. El santuario está dedicado a Miketsu-no-Kami, antigua diosa del alimento. ¿Cuál es la relación con el santuario de las rocas casadas? A primera vista, ninguna. Se explica su situación allí debido a que las rocas que acompañan a las rocas casadas tienen (o le vemos) forma de rana. Pero si investigamos un poco acerca de la mitología que rodea a las ranas daremos con una explicación más adecuada. Las ranas tienen el simbolismo anfibio de la tierra fecundada por el agua. En muchas culturas es símbolo de fecundidad, de la vida que sale del agua. La rana es conocida por su gran fertilidad por eso se la asocia también con la abundancia. De ahí, probablemente su filiación con Miketsu, la diosa de la alimentación y por supuesto con las rocas casadas.

Las rocas casadas están unidas por un lazo sagrado llamado shimenawa, que se renueva anualmente. Encima de la roca mayor podemos ver un pequeño torii. En eso consiste este santuario al aire libre que celebra la unión y la fertilidad cósmica. La roca mayor representa al dios demiurgo Izanagi, la roca menor representa a su hermana Izanami.

La pareja primordial ha bajado a la tierra obedeciendo la orden de las divinidades celestes. Primero tuvieron que remover con una lanza la masa informe de la tierra, algunas de las gotas que caen de la punta de la lanza se vuelven sólidas, conformando el archipiélago japonés. Esas islas desiertas necesitan ser pobladas, por esa razón desciende la pareja a dos de ellas para celebrar su “matrimonio” para luego comenzar, mediante la unión sexual, la procreación de todos los dioses, fuerzas y seres de la naturaleza. Una de sus hijas se convirtió en la diosa más prominente del panteón japonés: Amaterasu, la gran diosa que ilumina el cielo. En pleno verano, a las 4:30, podemos verla salir justo entre sus padres. Es una imagen hermosa. Aunque este atardecer de comienzos del otoño es muy bonito también.


Es maravilloso ver la presencia de lo divino en el mundo de todos los días, uno se puede conectar así con lo más sagrado y profundo, sin cerrar los ojos o retirarse a una cueva perdida. A veces nos gusta visitar los sitios históricos para poder estar más cerca de la vida de los hombres y mujeres que hace 100 o 2000 años, escribieron la historia. Podemos estar en el mismo lugar por donde pasaron San Martín, Juana de Arco, Marco Aurelio o Cleopatra. Pero en Futamigaura podemos estar donde los mismos dioses dieron origen al mundo, a este mismo bello mundo.


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