lunes, 22 de octubre de 2007

El jardín del corazón

No fue fácil encontrar el Saihoji, el templo dentro del cual se encuentra el jardín. El templo se encuentra sobre las laderas de las colinas que hacen de barrera al oeste de Kyoto. Para llegar hay que pasar por una serie de confusas calles y en los mapas que teníamos parecía estar mas cerca de lo que en realidad estaba.

El Saihoji no es como el resto de los jardines de Kyoto, uno no puede ingresar simplemente pagando la entrada. Los monjes que manejan el templo quieren mantener alejadas las muchedumbres de turistas entonces es necesario pedir un permiso para visitarlo por correo primero y esperar la confirmación.

Una vez allí, (no se paga entrada sino que se pide una donación sustanciosa), primero se participa del recitado del Sutra del Corazón (una importante oración budista), encabezado por los monjes del lugar. Los mismos luego reparten unas tablitas de madera, donde uno mismo tiene que escribir su deseo y ofrecerla en el altar budista. Luego de esto uno esta libre de recorrer el jardín.

Había mucha gente y todos se desparramaron por el jardín, sacando fotos donde los protagonistas son siempre ellos. Después de una rápida vuelta todos desaparecieron. Me quede sola. Había llovido y seguía lloviendo despacito. El olor a la tierra mojada, el silencio, el verdor me cautivó. Es como cuando una esta enamorada y el tiempo y el espacio desaparecen, se abre un paréntesis y da ganas de quedarse en ese lugar.

Todo el jardín esta recubierto por un espeso y aterciopelado musgo de verde brillante de diferentes tonos y al tacto es muy suave. De ahí su nombre común kokedera o “Templo del musgo”. Tiene muchos árboles y a contrario de la tradición japonesa no han sido topiados, sino que se han dejado crecer libremente. Su gran altura y copa proporcionan sombra al jardín y es lo que facilitó que el musgo creciera. Da la impresión de estar en un bosque rodeado por un mar de mullido musgo verde.

El nombre Saihoji significa Templo de los aromas occidentales. La autoría de los edificios y del jardín se atribuye al maestro Zen Muso Kokushi (1275-1351).

El jardín tiene dos partes: la parte inferior organizado alrededor de un gran estanque y dos grandes islas. La forma del estanque recuerda el carácter chino Shin, que significa corazón. Tiene caminos alrededor del estanque para recorrer el jardín y poder apreciarlo desde diferentes puntos de vista.

El jardín inferior esta separado del superior por una puerta ceremonial.

La característica más importante del jardín superior son las composiciones de grupos de piedras. Una de las más famosas es una composición de rocas que semeja una cascada, en donde es fácil imaginar agua cayendo aunque nunca fue así.




Debajo podemos observar otra de las composiciones de rocas que representa una tortuga, símbolo de longevidad.

Según muchos estudiosos este fue el inicio del Karesansui, o jardín seco, compuesto por rocas cuya significación esta dada por el simbolismo. El Saihoji fue el precursor de esta técnica y sirvió de inspiración a las generaciones futuras.

Me he quedado sola en el jardín, y me doy cuenta del efecto de la forma de corazón del estanque: por unos momentos puedo disfrutar de un cálido estado de recogimiento en lo más profundo de mi ser.

lunes, 15 de octubre de 2007

Celebrando la vida: las rocas casadas

La semana pasada volvimos de nuestro último periplo, fue la despedida del verano, los días eran todavía calurosos aunque refrescaba apenas se ponía el sol.

Esta vez conocimos un paisaje diferente: el que brinda la tierra cuando se junta con el océano. Decidimos visitar uno de los íconos de Japón: las rocas casadas, meoto iwa en japonés. Las mismas se encuentran en el mar frente a la costa del pueblo de Futami o Futamigaura. En los mapas se puede ver la localización, a mitad de camino entre Toba e Ise. Para llegar hicimos un corto recorrido en tren desde Ise, donde habíamos visitado los santuarios más importantes de Japón (tema de una entrada próxima).

Eran las tres y media de la tarde y caminábamos por lo que parece ser un pueblo desierto. No seguimos la calle principal donde había algunos comercios sino que nos dirigimos directamente hacia el mar. Algo nos llama la atención: delante de una casa vemos un puesto de verduras y frutas. ¿Qué es lo raro? Que están solas, por lo que averiguamos después, en algunas partes todavía se acostumbra a dejar el puesto solo. La relación se entabla entre el comprador y la mercadería. Sin el vendedor, se apela a la buena voluntad de la persona para que lleve lo que necesite y deje el dinero correspondiente. Así es Japón, la brecha tecnológica es lo de menos, la más grande es moral y cultural.

Caminamos un poco más y nos reencontramos con el mar, una cadena de hoteles silenciosos se encuentran en toda la bahía. Hacia el norte vemos a lo lejos la silueta de las rocas casadas. A medida que nos aproximamos vamos divisando un torii y los edificios de un santuario que está al lado del sitio de las rocas. Si amplian la imagen podrán ver el torii.


El mismo pertenece al santuario Okitama, más conocido como santuario de las ranas. Se pueden ver varias estatuas de ranas, incluso en el sitio de purificación, donde uno se tiene que lavar las manos, en vez del tradicional dragón que emana agua de la boca encontramos a una rana. El santuario está dedicado a Miketsu-no-Kami, antigua diosa del alimento. ¿Cuál es la relación con el santuario de las rocas casadas? A primera vista, ninguna. Se explica su situación allí debido a que las rocas que acompañan a las rocas casadas tienen (o le vemos) forma de rana. Pero si investigamos un poco acerca de la mitología que rodea a las ranas daremos con una explicación más adecuada. Las ranas tienen el simbolismo anfibio de la tierra fecundada por el agua. En muchas culturas es símbolo de fecundidad, de la vida que sale del agua. La rana es conocida por su gran fertilidad por eso se la asocia también con la abundancia. De ahí, probablemente su filiación con Miketsu, la diosa de la alimentación y por supuesto con las rocas casadas.

Las rocas casadas están unidas por un lazo sagrado llamado shimenawa, que se renueva anualmente. Encima de la roca mayor podemos ver un pequeño torii. En eso consiste este santuario al aire libre que celebra la unión y la fertilidad cósmica. La roca mayor representa al dios demiurgo Izanagi, la roca menor representa a su hermana Izanami.

La pareja primordial ha bajado a la tierra obedeciendo la orden de las divinidades celestes. Primero tuvieron que remover con una lanza la masa informe de la tierra, algunas de las gotas que caen de la punta de la lanza se vuelven sólidas, conformando el archipiélago japonés. Esas islas desiertas necesitan ser pobladas, por esa razón desciende la pareja a dos de ellas para celebrar su “matrimonio” para luego comenzar, mediante la unión sexual, la procreación de todos los dioses, fuerzas y seres de la naturaleza. Una de sus hijas se convirtió en la diosa más prominente del panteón japonés: Amaterasu, la gran diosa que ilumina el cielo. En pleno verano, a las 4:30, podemos verla salir justo entre sus padres. Es una imagen hermosa. Aunque este atardecer de comienzos del otoño es muy bonito también.


Es maravilloso ver la presencia de lo divino en el mundo de todos los días, uno se puede conectar así con lo más sagrado y profundo, sin cerrar los ojos o retirarse a una cueva perdida. A veces nos gusta visitar los sitios históricos para poder estar más cerca de la vida de los hombres y mujeres que hace 100 o 2000 años, escribieron la historia. Podemos estar en el mismo lugar por donde pasaron San Martín, Juana de Arco, Marco Aurelio o Cleopatra. Pero en Futamigaura podemos estar donde los mismos dioses dieron origen al mundo, a este mismo bello mundo.