El sakura inspiró a artistas de diferentes épocas y campos, como lo vemos reflejado en la cerámica, la poesía (haikus), los diseños de los kimonos, la gastronomía o la música: sakura es una canción tradicional y muy popular.
Se le presta tanta atención que hasta el mismo servicio meteorológico nacional anuncia su floración. La misma comienza en el mes de enero en la sureña isla de Okinawa, luego va ascendiendo hacia el norte, pasando por Tokio y Kyoto a mediados de marzo hasta llegar a Hokaido, al norte, algunas semanas después.
Cuando llega la primavera la tradición del hana mi convoca a gran cantidad de gente, en templos, santuarios, jardines y parques. Hanami, formado por dos kanji, el primero de flor y el segundo el verbo ver, 花見, se podría traducir como “contemplar las flores” para disfrutar de su belleza. Esta costumbre se puede rastrear hasta el siglo VIII, hasta el período Nara, donde la nobleza había imitado la costumbre de la vecina China, en donde se congregaban para admirar las flores del ciruelo. Mas tarde el sakura fue desplazando al ciruelo, aunque la belleza de este último aun hoy en día es muy apreciado todavía.
Sakura del templo Kenninji, en Kamakura
El parque Gyoen en Tokyo, cerca de la concurrida estación de Shinjuku, es uno de los lugares famosos por la gran variedad de saturas que posee. Cuando llegamos a él, un día a mediados de marzo, nos asombró ver que una muchedumbre se aprestaba a ingresar al mismo. La gente se congrega en familia y con amigos para contemplar y admirar la belleza de estos árboles. Son también muy aficionados a sacarles fotos. Y nos dimos cuenta que no es para menos, cuando estos árboles florecen es un espectáculo impresionante, inusual, parecen provenir de otro mundo.
Son de una hermosura particular, sencilla, un canto a la vida. Ese soleado día de marzo, con el cielo celeste como telón de fondo, el delicado rosa pálido de los sakuras desplegaban una belleza sin igual. Uno siente que se podría quedar contemplándolos para siempre. Pero ello no va a ser posible, como la flor dura muy poco, a la semana de florecer se cae, en la cultura japonesa el sakura encarna desde la antigüedad un símbolo de lo efímero y fugaz de la vida. Por ello atrajo la atención del samurai, cuyo papel en la vida lo colocaba continuamente al borde de la muerte. Por eso la fascinación, tan bien retratada en la película El último samurai. Allí el líder samurai muere en el campo de batalla, saboreando esa última revelación que le otorgan las flores del cerezo: "todas son perfectas...", sus últimas palabras.
No olviden ver el video un poco más abajo.