jueves, 27 de diciembre de 2007

Siete, cinco, tres


El santuario Tsurugaoka Hachimangu en la ciudad de Kamakura, es el más grande de la ciudad y uno de los más importantes de la región central de Kanto. Fue construido por Yoritomo Minamoto (1147/1199), el fundador del Shogunato al establecer su centro de poder en Kamakura, inicia una época que lleva el mismo nombre de la ciudad. Esta dedicado a Hachiman, el dios de la guerra y protector del clan Minamoto. Cuando Yoritomo venció a su rival, el poderoso clan Taira, estableció la capital del nuevo gobierno en Kamakura y construyó este gran santuario como muestra de su supremacía.

Dos niños con coloridas hakamas se aproximan al santuario de la mano de sus padres

Pabellón medio utilizado para ceremonias matrimoniales
Parte superior del santuario

Cuando llegamos a este famoso santuario en noviembre pasado, nos llamó la atención lo que sucedía a nuestro alrededor. Se veían muchos niños y niñas vestidos a la manera tradicional llegar al santuario acompañados por sus mayores, tanto padres como abuelos. La razón de ser de este simpático espectáculo se encuentra en una antiguo ritual, que se llama Shichi go san y se lleva a cabo desde muchísimo tiempo. Como ya dijimos en otras oportunidades, el pueblo japonés celebra a lo largo del año muchas festividades. El Shichi go san es una de ellas. Se festeja en el 15 de noviembre (mediados de otoño) aunque generalmente no se celebra precisamente ese día, sino el fin de semana más cercano a éste. Literalmente significa 7 5 3, esto se debe a que los japoneses consideran a los números impares auspiciosos. Este día, los niños que tienen 3 y 5 y las niñas que tienen 3 y 7 son llevados al santuario o templo por sus padres, vestidos con los trajes tradicionales: kimono para las nenas y hakama para los nenes.




Este rito de pasaje que comienza en la época Heian (794 - 1185), marcaba el paso de la niñez a la infancia media en el antiguo Japón. A partir de los 3 años de edad los niños podían dejarse crecer el pelo (ya que hasta ese entonces llevaban la cabeza rapada) y a partir de los 5 podían usar la hakama. Las niñas de 7 años empezaban a usar el kimono atado con el Obi (una faja ancha) en vez de los dos simples cordones que habían utilizado hasta entonces.
Dos ternuritas con su abuelito

Desde ese entonces y en esta época del año, los niños así ataviados son llevados al santuario donde se pide por su bienestar. Además se les regala caramelos alargados llamados chitoseame o caramelos de la longevidad, en una bolsa con dibujos de grullas y tortugas, animales que para los japoneses representan la longevidad. Es una forma que tienen los padres de manifestar sus deseos de una larga y próspera vida para sus hijos.



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