martes, 13 de noviembre de 2007

El Gran Buda de Kamakura

Hace más de 800 años, el general Minamoto no Yoritomo (1147-1199) protagonizaba un cambio revolucionario que introducía a Japón en la época medieval. Así nacía el shogunato, que iba a ostentar el verdadero poder en contraposición con el papel casi simbólico del emperador y su corte. Yoritomo no era oriundo de Kyoto, la antigua y lujosa capital, su base de poder estaba hacia el este, en la ciudad de Kamakura, situada en la región de Kanto, a una hora de viaje en tren de la actual Tokio. A partir de allí, dicha ciudad “competirá” con Kyoto en la edificación de fabulosos templos y santuarios. Uno de los más famosos es el Kotuku-In, cuya trascendencia lo ha convertido en uno de los íconos de Japón.

Mapa superior: Kamakura se encuentra a 350 km al este de Kyoto, está edificada entre colinas alrededor de una pequeña bahía.

Inadano Tsubone, una dama que cuando joven había servido al primer shogun, se decidió a hacer realidad un viejo sueño de su señor, ya fallecido. Ya que Kamakura era ahora la capital de hecho de Japón, ¿Porqué no construir una gran estatua de Buda similar a la que adoraban en Nara, cerca de la vieja capital de Kyoto? Ella hizo público su deseo y consiguió el apoyo de la viuda de Yoritomo, Hojo Masako (1157-1225) y principalmente Joko, un sacerdote de la provincia de Totomi.

Las cosas no eran sencillas en aquella época, era necesario recolectar fondos para semejante empresa. Joko se encargó personalmente de viajar por todo el país para juntar los fondos necesarios. La tarea demandó muchos años, recién en 1238 se pudo empezar el trabajo de esculpir la gran estatua en madera. Después de 5 años se pudo felizmente inaugurar la anhelada imagen, corría el año 1243, el sueño de Yoritomo se había concretado después de 50 años de larga espera y sobre todo, mucho trabajo.

La alegría no duró mucho, el recinto del templo y la gigantesca estatua se encontraban a 700 metros del mar, y es bien sabido que en el verano fuertes tifones sacuden la costa este de Japón. Las fuertes lluvias y vientos dañaron severamente la estatua en 1248 y derribaron el gigantesco templo que la guarnecía, apenas 5 años después de su inauguración. Inadano Tsubone y Joko no se desanimaron, estaban acostumbrados a vivir en un país de terremotos, tifones y maremotos, pero la próxima estatua debía ser en bronce. Nuevamente a juntar fondos y trabajar duro. Se reunieron más de 100 toneladas de metal y se trabajó por 4 años más. Finalmente, en el verano de 1252, se completó la espléndida estatua. Esa imagen es la misma que contemplamos hoy.

En el mapa superior podemos ver la ubicación del Daibutsu, al oeste de la ciudad de kamakura y a escasa distancia de la costa

Luego de la inauguración de la estatua de bronce se construyó ese mismo año un templo para alojarla, pero un tifón lo derribó en 1335. Se reconstruyó, duró poco más de 3 décadas, un vendaval lo destruyó. La cuarta reconstrucción del templo se realizó más tarde, hasta que en 1495 un tsunami sin precedentes lo borró literalmente del mapa, dejando la estatua completamente expuesta. Se intentó reconstruirlo siglos más tarde, pero el sacerdote de la iniciativa murió y no se pudo concretar la idea. Por lo tanto, desde 1495, la estatua de Buda se encuentra allí, indiferente al viento, a los tifones, al fuerte sol del verano y la fría nieve del invierno. Incluso se mantuvo sin inmutarse cuando ocurrió el gran terremoto de 1923, que destruyó buena parte de la región. Incluso la visita diaria de miles de turistas que se olvidan de que están en un lugar sagrado no parecen molestarle.

La estatua que ha atravesado toda calamidad pesa 121 toneladas, tiene 13 metros de alto y 9 de ancho. Su nombre en japonés es Daibutsu, dai es gran y butsu Buda. Es una representación de Buda Amitabha, el Señor de la Tierra Pura del Oeste, donde van las almas virtuosas. Por ello no es casual su localización en las estribaciones de las colinas del oeste de Kamakura. Amitabha significa Luz infinita.





Realmente la gigantesca figura de Buda sentado en meditación es sobrecogedora. Aún más que la otra gran estatua de Buda de Nara, que a pesar de que es mas grande el hecho de estar dentro del templo le quita grandiosidad. El rostro está dirigido justo hacia el océano, aunque la mirada que asoma por sus ojos entrecerrados se encuentra dirigida hacia dentro, hacia el océano interior de la conciencia. Irradia serenidad y quietud, aún en medio de la muchedumbre de visitantes.







Ofrendas de frutas y flores presentadas al pie del Daibutsu



La postura meditativa de las manos con los dedos cruzados crean un mudra o cierre energético

La situación de la estatua al aire libre le da un aire especial. El fondo cambia continuamente, el celeste del cielo pronto es invadido por blancas nubes. La fuerte luz del sol es pronto reemplazada por la fresca luz de la luna. El verde follaje del verano estalla en amarillo y rojo en otoño. No pasará mucho para que un manto blanco cubra la estatua. Pero Buda no se inmuta, a pesar de su sencilla vestimenta. Realmente encarna el estado del nirvana, más allá del cambio, más allá de lo humano, y aún así, ofreciendo su infinita compasión a todos.

No hay comentarios.: